Pues aquí estás.
El único cambio con respecto al segundo anterior fue la falta de luz. Es de esperar que a ninguno de nosotros nos llamara la atención este hecho, ya que de gastar una broma, o venir a intimidar a un hombre, no es demasiado difícil buscar un cómplice que apague la luz en el momento adecuado.
Por eso, la airada respuesta del Doctor no sorprende.
Dr:¿Qué tipo de broma es esta?
Y aquí termina la respuesta, pues junto con las primeras palabras y movimientos, con un leve suspiro, que nos recuerda a un ventilador recién engrasado, las luces del laboratorio se encienden. Pero no de manera brusca como los viejos fluorescentes que habitaban en los sótanos del Edificio, sino de una manera gradual, que permitía a los ojos hacer un paso de oscuridad a luz de manera mucho más natural.
Cuando la luz llegó a la intensidad justa dejó de crecer . Ante los ojos del Doctor se extiende ahora una sala mucho más pequeña de la que conocía. Un instrumental con un estilo muy moderno habitaba en esa habitación y un tabique ocupaba el lugar que hacía unos segundos había pertenecido a la vieja mesa que se interponía entre el Doctor y el aparente bromista.
Tal cambio de escenario puede confundir a más de uno y hacerle pensar que realmente nos encontramos ante un ser cuya esencia angelical le hace ser dueño del tiempo y mover a las personas y objetos (no olvidemos que el Doctor sigue vestido) hacia el futuro.
sin embargo, esta es una prueba más de como nuestro querido y viejo cerebro saca conclusiones precipitadas, puesto que es igual de probable que ese ser que se autoproclama ángel pueda manejar el espacio, en lugar del tiempo.
Quizás todos estos enseres han sido teletransportados desde los sótanos de alguna agencia espacial, o quizás el Doctor se ha visto transportado a dichos sótanos.
No es de esperar que nosotros, meros hombres de a pie, nos diéramos cuenta de ello y pensáramos en desdeñar la teoría del viaje en el tiempo por ridícula, pero nuestro Doctor es científico y debería estar acostumbrado a reaccionar con reserva ante las nuevas y revolucionarias ideas. Si realmente atendiera a su naturaleza, el Doctor debería pedir nuevas pruebas, sacar su bolígrafo del bolsillo y tomar notas en una libreta negra.
No obstante, el Doctor ante todo es humano, y una de las cosas que más pertenecen a la naturaleza humana es aceptar las explicaciones que nos dan ante misterios inexplicables, más aún si dicha explicación provoca la ilusión de resolver nuestros problemas o concedernos nuestros deseos. En otras palabras, el Doctor lo cree porque le conviene.
Pero dejémonos de reflexiones sin mayor sentido. Nosotros estamos en poder de afirmar que realmente nos encontramos 100 años por delante. Eso es más de lo que el Doctor puede decir.
El Doctor, anonadado, se dio la vuelta buscando a su acompañante, pero no estaba por ninguna parte. Entonces la puerta se abrió. Quizás años atrás el Doctor se hubiera tirado al suelo, pero los años no pasan en balde, aunque por lo últimos acontecimientos quizás debieramos replantearnos la validez de ese dicho popular.
Tirarse al suelo no hubiera servido de mucho, pues el que entraba por la puerta no era otro que su ángel.
Dr: ¿Dónde estamos?
A: ¿No es evidente? ¡Bienvenido al Futuro!
El Doctor ni siquiera escuchó esa última frase. Todo alrededor parecía demasiado novedoso como para no ser cierto. Estaba seguro de no poder utilizar ninguno de los aparatos que se encontraban sobre las mesas. Se acercó a algo que parecía ser un microscopio, o al menos un aparato con una lente de aumento considerable. Después de manosearlo un poco se dio la vuelta.
Dr: Está en inglés.
A: Sí. Vaya, no mucha gente se fija en eso.
Dr: Han pasado 100 años.
A: De eso sí se suelen dar cuenta.
Dr: ¿Debo creerme que en 100 años no ha habido ningún cambio lingüístico sustancial? No me espero hallar un nuevo alfabeto, pero sí quizás nuevas construcciones gramaticales.
A: Que simpático... Pues deberías saber que incluso el alfabeto ha cambiado. Pocos años después del descubrimiento de tu teoría pasaron ciertas cosas en el mundo. Por lo que sé, otra cultura se expansionó peligrosamente por medios inusitados hasta esos momentos. Fueron las culturas reinantes las que tuvieron que recurrir a la guerra para tratar de solucionar las cosas.
Dr: ¿Cómo sabes todo eso? ¿Y por qué yo puedo leer las cosas entonces?
A: Las dos preguntas tienen la misma respuesta. Soy un ángel.
El ángel se movió hacia la puerta, la abrió y le hizo una indicación al Doctor para que saliera. El Doctor se movió decidido hacia la salida. En cuanto salió por la puerta la iluminación del pasillo se activó y llegó de nuevo hasta ese nivel no demasiado luminoso, pero no oscuro.
El ángel salió detrás del Doctor y le adelantó por el pasillo. Diríase que era el ángel el que más curiosidad tenía por ver lo que aquella teoría había supuesto y que el Doctor era simplemente un niño que había sido llevado de la mano y que ahora dudaba al salir del cuarto en el que habían estado escondidos 100 años.
Al final del pasillo un ascensor. El mismo sistema de iluminación y la elevación menos brusca que el Doctor había sentido. Al abrirse la puerta, el Hall del Edificio.
El Hall era más grande de lo que el Doctor recordaba, cosa nada extraña. Mucho más luminoso, sus paredes habían sido sustituidas en gran parte por unas paredes que desde lejos podrían parecer hechas de vidrio, pero que habían sido realizadas con un material mucho más resistente. Además, el material parecá reaccionar ante la luz y la cantidad de ésta que entraba por todo el Hall era la misma, a pesar de que uno de los lados estuviera siendo iluminado directamente por el Sol.
Se podría decir que se comportaba como una pupila humana, pero en lugar de contraerse (lo que hubiera provocado problemas), las paredes se oscurecían por las zonas más castigadas por el Sol.
De las paredes colgaban Carteles hechos en una tela especial en la que se podía leer "Primer Aniversario de la teoría A". El Doctor se quedó mirándolo y toda la tensión acumulada desapareció de golpe. Esa era su teoría.
La imagen se difuminó en la tela, al cabo de unos segundos se formó la frase: "1905, 2005. ¿2105 Annus Mirabilis?" Debajo de las letras una ecuación 'E = m*c2' se difuminaba dando paso al principal postulado de su teoría...
A: Mire Doctor.
El Doctor se giró y vió su retrato en una de esas telas proyectantes. Debajo aparecían alternativamente alguna de las frases que había pronunciado 100 años atrás dando a luz su teoría, la que alguien había llamado Teoría A.
Durante unos segundos miró henchido de orgullo aquella tela. El ángel sonrió. La tela cambió.
La cara del Doctor sufrió un cambio importante. La sonrisa, la tranquilidad, la satisfacción, todo desapareció. La frase que ahora mostraba la tela era suya, pero la cara que mostraba no. En primer lugar creyó haberse equivocado, pero a medida que aparecían más frases su duda desapareció. Él nunca había dicho esas frases, pero sí las había anotado. Esas reflexiones, esas implicaciones, eran suyas, de nadie más. Todas, una tras otra las tenía anotadas en su libreta. Y sin embargo la tela se las otorgaba a otra persona, que ni tan siquiera conocía.
A: ¿Está bien Doctor?
El Doctor no escuchaba. Estuvo quieto hasta que se volvió a poner su imagen en la tela y se repitiern las mismas frases que ya había leido antes. 4 caras había visto en aquella tela y a dos de ellas le otorgaban frases suyas.
Airado se dio la vuelta y volvió al ascensor. El ángel no reaccionó a tiempo y la puerta se cerró antes de que pudiera entrar. No obstante, estos ascensores podían ser detenidos fácilmente, pero quizás el ángel no lo sabía.
Cuando llegó al sótano se encontró al Doctor rebuscando en el laboratorio.
A: ¿Qué hace?
Dr: ¡Todo eso estaba anotado en mi libreta! ¡Esa gente se ha apropiado de mis pensamientos!
A: ¿Qué?
Dr: ¡Mi libreta! Tengo que encontrarla...
A: Doctor han pasado 100 años, no va a encontrar nada.
Como si él no lo hubiera pensado ya, como si se acabara de dar cuenta de la estupidez de su idea, el Doctor se quedó quieto y suspiró.
Dr: Descubriré quien era esa gente.
A: ¿Por qué?
Dr: ¿No lo ve? ¡Les están rindiendo honores y ni siquiera se los merecen!
A: ¿Qué importa?
Dr: ¿Cómo?
A: Pensaba que usted quería ver como su teoría había influido en el futuro.
Dr: No me parecen dos temas tan lejanos. Si consigo adivinar quién era esa gente sin duda descubriré mucho sobre la manera en que la teoría afectó al futuro.
A: ¿Sí?
Dr: Por supuesto. ¿Por qué alguien roba frases de las notas de un desaparecido?
A: Bueno, quizás no fueran ellos. Quizás simplemente se les otorgue a ellos. Ya sabe que normalmente las frases que les otorgan a los científicos ni siquiera las han dicho o han sido malinterpretadas.
Dr: No cabe malinterpretación. Son las frases exactas.
A: Aún así, no me parece grave.
Dr: ¿Qué?
A: Piénselo bien. Hace 100 años la competitividad en el mundo investigador de cierta altura era tremenda. Quizás simplemente se sirvieran de una frase tuya como impulso para que sus opiniones fueran tomadas un poco más en serio.
Dr: Yo no necesité robar frases.
A: Usted fue capaz de gestar una teoría que cambió la suerte de la Humanidad.
Dr: Lo que demuestra que el que vale puede llegar a triunfar sin ningún tipo de trampa y sin robar el mérito a ningún otro. ¿Qué le parecería que a Einstein le hubieran robado su frase sobre Dios y los dados?
A: ¿Carente de toda importancia?
Dr: Esta usted por llevarme la contraria ¿verdad?
El Doctor salió hacia la puerta.
A: ¿A dónde va?
Dr: Me iré a la Biblioteca del Edificio. Encontraré quién es esa gente, por ahí comenzaré a buscar.
El ángel salió detrás del Doctor.
Dr: No venga conmigo.
A: ¿Qué?
Dr: Le estoy muy agradecido, pero no podré encontrar nada útil con usted entorpeciéndome todo el rato.
1 comentario:
Justicia! Justicia! Ánimo doctor, a por ellos!
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