Los primeros copos ya había caido hacía horas y reposaban bajo una capa de unos centímetros de nieve. Nuestro amigo viandante se queda mirando a unos niños jugando con la nieve, inocencia jugando con pureza, mientras unos coches tratan de circular sobre una carretera que anteriormente contenía un paso de cebra.
Cruzó y se acercó a un nuevo café de aspecto moderno. Se sacudió los copos de neve de su gabardina marronácea. En realidad, la gabardina no le protegía de la nieve, pero su color y su tejido le dan a nuestro amigo una sensación de calor interno que le ayuda a luchar contra los rigores del invierno.
Entra en el café y busca a su cita. Un grupo de amigos discute en una mesa cercana, dos chicas comparten intimidades al fondo, una chica lee un libro. Se queda mirándola un instante y, por un segundo, su ceño fruncido se convierte en una sonrisa.
Se acerca a la barra, pide un Té Blanco. Según dice la carta de tés, en la antigüedad este té se reservaba solo para los emperadores y sus elegidos. Algo así como un té de dioses. Quizás deberíamos dudar de la palabra de una carta cuya finalidad, no lo olvidemos, es inducir al cliente a gastar algo de dinero.
Tras pedir, se pone rumbo a la mesa y se sienta junto a la persona que le lleva esperando más de un cuarto de hora. Su amigo e interlocutor del alma. Juntos hablan de cualquier tema. Pueden pasarse horas recordando detalles estúpidos de la infancia o pueden estar días hablando de cosas sin la menor importancia para el mundo ni para ellos mismos.
Sin embargo, para alivio de sus vecinos de mesa en opinión de algunos, son realmente capaces de mantener una buena conversación. Porque esa es la esencia de la amistad, la libertad de hablar de temas estúpidos sin pensar mal de la otra persona y la capacidad de poder vaciar tu alma en alguna de las conversaciones más increíbles.
Una discusión sobre algún tema profundo han tocado últimamente, a pesar de que cualquier entendido se podría haber mofado de ellos. Pero hoy no está el día para hablar de nada en especial. O eso es lo que opina nuestro amigo pardo.
Su mal gesto se debe simplemente a la sensación de hastío más importante que nunca ha llegado a sentir. Cierta cadena de acontecimientos, la cual por desgracia no viene al caso, le ha llevado a crearse una imagen totalmente negativa y deplorable del mundo que le rodea, estúpido, egoísta, que se fija solo en detalles secundarios, incapaz de comprender las cosas.
Cualquiera podría pensar que esto es un efecto visual, pero no. Su amigo, al otro lado de la mesa, toma un café mediano con unas gotas de baileys. Su vestimenta es algo menos apagada que la de su amigo, con un jersey blanco de cuello algo subido (quizás demasiado para el depresivo chico de marrón). En su cara no hay ningún rictus serio, sino una inmensa sonrisa escondida no demasiado bien tapada detrás de una sonrisa normal.
Tras esta segunda capa de sonrisas se oculta un sentimiento de increible felicidad al que ha llegado después de una cadena de acontencimientos que, quien sabe si por suerte o desgracia, sí es tema que se ha de tratar aquí.
Tras las palabras de rigor, ambos amigos comienzan a interesarse por la vida del otro. Hace realmente bastante que no se ven, si bien han tenido sequías más largas en las que el tiempo parecía poder superar el poder de la amistad, así que deberían de tener que ponerse al día.
Lejos de formar un corrillo y comenzar a conarse cotilleos, mojan sus incipientes bigotes con sus bebidas y comienzan a una lenta y calmada charla. Una típica introducción a los últimos días de ambos, donde no se entra en demasiados detalles, nos lleva pronto a una charla en la que un gran acontecimiento toca una de esas fibras sensibles que componen el armazón del mundo.
El chico de blanco ha atravesado una época de bastante oscuridad en su vida. Todo a su alrededor parecía desmoronarse y uno de sus pilares principales parecía ser destruido por el viento. Sin embargo, su fé quizás le permita otorgarlo a un Dios, un milagro sucedió y unas personas lograron salvar aquellos que parecía perdido.
Sería adelantarse en el tiempo, pero un año después volvería a ocurrir algo parecido. Las personas involucradas, sin embargo, no tendrían los mismos efectos sobre su vida, razón por la cual estamos hablando de este momento y no de ningún otro.
A lo largo del último mes, una de estas personas había logrado penetrar en la fortaleza de su espíritu y había comenzado a minar su alma, acto que en unos meses le llevaría a uno de los momentos más angustiosamente felices de su vida.
Esta persona le había devuelto la fé en la gente. Era una prueba empírica, esto parece dicho por el chico de marrón, de que en el mundo aún quedaba gente que merecía la pena conocer, con la que se podía discutir un día si y otro también.
De su boca solo salían palabras de admiración. Sin embargo, el chico de marrón no se dejaba impresionar del todo. Lo que el chico de blanco no lograba entender es que la prueba para convencer al chico de marrón ya estaba sentada delante de él, aunque bien mirado, el chico de blanco no estaba tratandod e convencer ni de discutir.
La conversación toma ahora un giro bastante importante. La persona que ocupa el centro de las miradas de esta mesa, y parte de las vecinas, se siente diferente al resto. No comprende porque la gente actúa como lo hace, porqué la gente no piensa antes de hacer.
El chico de marrón comienza a interesarse. El sentimiento de rareza no es algo que le haya acompañado toda su vida, pues durante gran parte de la misma creció ignorando su extraña condición. No se sentía igual, simplemente no necesitaba describirlo, no importaba, ahora el mundo había solicitado una definición y él se había decidido por extraño.
Y procuraba evitar el uso excesivo de ese termino, aunque no lo pareciera, pues siempre le había parecido que la rareza era una gran cualidad de la que él y su pequeña excentricidad no era merecedor. El mundo opinaba otra cosa.
Pero volvamos al tema que ocupa este momento. Lamentablemente se ha ido. Tan solo podemos quedarnos con el hecho de que dicha persona se sentía rara, desplazada e incomprendida, a pesar de que mientras divagabamos se han dicho cosas más interesantes, sin duda. Pero debemos darnos prisa porque ahora el tema de la mesa ha cambiado.
El chico de marrón ha despertado de su letargo y, con la energía de un antiguo emperador japones, se lamenta de la escasez de ese tipo de personas, con intereses más allá de sus barrigas y narices, que no dudan en sacrificar parte de sí mismos para construir algo mayor, emergencia que se llama.
El chico blanco trata de salir de la extraña jerga marrón y propone una nueva teoría jamás antes escuchada ni pronunciada. A partir de ese momento se conoció como la teoría de la Navidad, hasta que la organización ISO decidió cambiarle el nombre por ser poco descriptivo, ahora se conoce como teoría ISO-10004 -3.
Este tipo de gente, al parecer, trata de cubrirse de un manto de normalidad y no muestra su personalidad al primero que aparece con buenas intenciones, pues estas se esfuman más rápido que la nieve que los niños siguen sujetando ahí afuera.
Es curioso, como el ser extraño aparece aquí reflejado como un ser que debe buscarse su aceptación creando una máscara bajo la cual situarse. Lo que no se analiza en esta conversación, que ha caido en un bucle de razonamientos en este momento, es la facilidad con que la persona se acomoda a la máscara y como ésta se acaba convirtiendo en su verdadera cara.
El chico blanco sigue comentando los grandes momentos, las grandes conversaciones, las discusiones, el todo. Cómo su vida ha mejorado por un golpe de suerte y cómo el año que ahora termina se ha ido en un punto medio que apulta alto para el año que llega.
El chico marrón, desde la objetividad de su personalidad, es capaz de preveer lo que pasará. Cómo el chico blanco pasará miedo, tendrá dudas, y sufrirá. Ve una historia ya antes escrita pero de la que esta vez formará parte, de una manera peculiar.
Mira afuera, ve el mundo de otra manera. El día sigue gris, pero la nieve tiene un extraño efecto que envuelve como un aura a los niños que juegan sobre ella. Si hay esperanzas para otros, ¿porque no?
Cuando su amigo se levanta a pagar el coge una servilleta de papel y anota “Chico conoce a chica y se enamora”. Algún día escribirá algo.
Ambos salen de la cafetería. En el momento de salir se gira y ve a la chica leyendo. La nieve de la calle le cede un poco de ese brillo. Sobre la mesa una tetera. Si no resultara ridículo se habría acercado a su mesa y había observado que el libro que devvoraba con tanto placer, era ese libro que a él le había enamorado el intelecto días antes.
5 comentarios:
Joder...
Estoy seguro de que hay un contenido genial ahi arriba. Solo que no lo he encontrado entre tanta imprecisión y divagación... (vamos, que no me he enterado de una mierda).
En cualquier caso, el tio de marrón debió haberse acercado a la tia del libro.
¿"Al alcance de unos pocos"?
Finalmente Breves se ha pasado a la Aristogurucracia, ¿eh? Sabia que este día llegaria tarde o temprano.
"Breves" simplemente ha escrito una historia que llevaba tiempo rebotando en su cabeza.
No hay nada que entender en ella más que lo que dice.
Creo que las prácticas de Bases de Datos me han abierto la mente.
Yo tampoco entiendo un carajo xD
De todas formas, opino como roch: el de marrón se debería haber acercado a hablar con la chica :)
Es lo que tienen estas historias, que si no estabas allí te enteras de poco. E incluso a veces, dudas de si has estado allí o no...
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