domingo, febrero 13, 2005

Febrero - - Imaginación y Sabiduría

El Caballero había abandonado el campo de batalla.

Persiguiendo a unos enemigos que se batían en retirada había llegado hasta uno de los bosques cercanos. una vez dentro, sus enemigos parecieron vaporizarse. Ni tan siquiera podía distinguir a sus aliados. Todos aquellos que habíanentrado en el bosque... no estaban dentro.

El Caballero se bajó de su montura. De nada serviría tratar de avanzar si no era por sus propios medios, y aunque no tuviera un fin definido, aunque realmente no quería avanzar, estaba obligado a hacerlo. Solo penetrando hasta el corazón del bosque podría salir de él.

Es ahora cuando llega al claro. El sol le vuelve apegar en los ojos. Por un instante queda cegado, acaba de atravesar la oscuridad más lúgrube que ha pasado desde que logra recordar y encontrarse con tanta luz le hace tambalearse y desconfía de sus sentidos.
Pero sobre todas las cosas, sobre todas sus dudas acerca de sus capacidades, el Caballero sabe algo. El Conde está en ese claro, observándole. Su gesto no es indiferente, pero le observa con la actitud de aquel que sabe los pasos que se van a ejecutar en una pieza de música y conoce de antemano los movimientos de los músicos.

El Caballero avanza cegado hasta que se detiene a pocos pasos de aquel que tenía que encontrar. Sus ojos vuelven a funcionar, sus oidos le informan, su brazo está presto. Todo él se prepara para la batalla más dura de las que jamás haya librado.
El Conde permanece impasible ante él. Pasados unos minutos junta sus manos y sonríe.

Co: ¡Al fin has llegado!

El Conde habla de una manera peculiar. Pone mucho énfasis en su pronunciación y al decir "fin" comienza a moverse de una manera peculiar, con pequeños y cortos pasos alante y atrás y acentuando con su cuerpo las palabras que exhala.

Co: He de confesar que pensaba que al final no te atreverías a venir a mi encuentro. me alegro de que te estuviera subestimando.
Ca: Antes o después debía enfrentarme a tí.

El Caballero desenvaina una espada. El Conde le muestra sus manos desnudas.

Ca: Lo que no entiendo es porque no has lanzado sobre mi ejercito indefenso a tus tropas.
Co: Eso es porque no entiendes nada de lo que está pasando, querido Caballero.

El Conde se da la vuelta y comienza a hablar. Diríase que tan solo repite un discurso largamente ensayado. La presencia del Caballero no importa, tan solo los conceptos.

Una lucha contra un ejército es aquello a lo que tú estas acostumbrado. Son meras luchas alejadas de la concrección, el duelo individual, necesario para que todo hombre llegue alguna vez a considerarse digno de su suerte.
En esas luchas partes con gran ventaja. El uso racional de aquellos que te acompañan te permiten ganar las batallas y a tus enemigos sin prácticamente mancharte de sangre.

El Caballero se sienteconfuso ante aquel hombrecillo que se muestra covnencido de lo que dice.

Esa es la manera en que se lucha.

El Conde se gira repentinamente. Su cara deja entrever un ataque de ira que se convierte en un gesto de seriedad y una pregunta.

¿Si la guerra ha de traerte honor porqué permitir que otros mueran por tu honor?

El Caballero apoya su espada en el suelo. Se siente cansado y necesita un punto de apoyo.

La Guerra no trae honor. Tan solo defiende aquel honor que has construido mediante la Paz o destruye el honor del enemigo.

El Conde esboza una sonrisa. El Caballero no puede defenderse.

Y sin embargo tú mismo has recibido tu título gracias a las batallas y las guerras que has luchado. Reniegas de ellas, pero aceptas sus consecuencias.

El caballero cierra los ojos. Baja su cabeza. Su mentón toca su pecho.
Desde su última batalla cada vez le cuesta más aceptar que todo lo que ha conseguido es gracias a aquello de lo que ahora reniega. Su reino, su título, sus recursos... todo mediante la sangre y el honor de otros seres cuya única culpa era haber estado en medio de su camino.

Ya no...

Una carcajada surca el aire. El Caballero no logra levantar la cabeza.

¿Lo entiendes ahora? Yo no quiero tu honor, pues para mi no tienes. No quiero tu sangre. Eso ya lo quieren muchos otros.

El Caballero levanta la cabeza.

¿Qué quieres pues?

Tus sueños, Caballero.

Ante esta frase el Caballero abrirá por fin sus ojos. Sus manos aferrarán de nuevo la espada, que volverá a cortar el aire.
El Conde no le arrebatará aquello que le costó tanto sacrificio, no solo suyo personal, sino de muchos otros. No podrá arrebatarle su ilusión. No entrará en la Capital.

Ca: Nunca te apropiarás de mis sueños.
Co: De nuevo no entiendes nada... No quiero para nada tus sueños. Son meras aberraciones del intelecto humano, ilusiones que parecen tenerse en pie, pero que no son más reales que muchos otros que yahan sucumbido ante nosotros.

El caballero se volverá a sentir confuso.

Co: No entiendes las implicaciones de tus sueños, tus ilusiones, tu actitud ¿No es cierto?

Del Caballero no saldrá más que el silencio.

Co: Tus sueños no pueden convivir en paz con nuestra filosofía. Lo que tu propones ya ha llegado a otros Caballeros. Si no lo frenamos pondrá en peligro nuestro estilo de vida.

Ca: Pero vosotros condenais a miles de personas debido a vuestras ideas. Son crueles e innecesarias. Antes o después pereceréis.

Co: Hemos sobrevivido mucho tiempo y oido discursos parecidos. Sin embargo nuestra hegemonía sigue patente. Una posición no es mejor que otra Caballero, tan solo sus héroes. ¿Estás dispuesto a llevar sobre tus cargados hombros la responsabilidad de defender esos ideales?

El Caballero dudará mil y una veces después de esta pregunta. nunca volverá a estar seguro de adónde le llevan sus pasos. Pero en el momento responderá.

Ca: Sí.
Co: Habla tu ignorancia... Todo esto causará sufrimiento y victimas por todo el mundo. Yo he visto ese futuro, una tierra fragmentada, construdia sobre los vicios y las comodidades, donde el conocimiento se desprecia y sólo las mentes soñadoras son premiadas.
Ca: Ellas son el futuro.
Co: ¡Ja! Ellas sueñan mientras otros, vituperados y menospreciados, construimos su mundo, su realidad. ¿Qué haréis sin nosotros?

El Caballero empuñará definitivamente su arma. De la nada, el Conde hará aparecer la suya. Allí, en ese claro, el Conde y el Caballero se enfrentarán, la espada del Conocimiento contra la espada de la Abstracción. De ésto el futuro se derivará. O no.

Un rápido movimiento del Caballero se interrumpirá en el aire. Las espadas no se habrán tocado.

Ca: No quieres mi sangre...
Co: Solo tus sueños.
Ca: No me atacarás. No te serviría de nada.
Co: ¿No?
Ca: Mis sueños ya no me pertenecen. Otros los han adoptado.
Co: Si la primera pieza cae, todas caerán. Tus sueños se desplomarán como un castillo de naipes. Lo habremos vuelto a demostrar.
Ca: Mis sueños... Mi ciudad...
Co: ¿Solo allí se encuentran tus sueños?
Ca: Mis Hombres... Mis Amigos...

El caballero huirá del claro. Ni un solo golpe habrá intercambiado con el temido Conde, pero su espíritu habrá recibido más heridas que en las demás batallas. Ahora solo pensará en salvar sus sueños.




De la oscuridad surge entonces una figura que el Caballero no había llegado a ver.

F: Le has dejado ir...
Co: Me ha derrotado... Durante un instante su infantil fe me contagió. ¿Y si él fuera capaz?
F: Nadie puede hacer nada. Simplemente no venciste...

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