jueves, enero 31, 2013

El secreto (II)


Todo comienza cuando un chico siente curiosidad por observar qué hay dentro de la gruta.

Este chico no quería caer bajo la maldición de la gruta. No quería abandonar Spectro. Aquel lugar era un buen sitio para vivir y en él se sentía feliz, así que no quería perderse.

Durante semanas lo planeó junto a su mejor amigo y finalmente se decidió a intentarlo. Avisó al resto de sus amigos y rodeó su cintura de una larga y fuerte cuerda. Así cuando se estuviera alejando demasiado o quisiera estar de nuevo con sus conciudadanos solo tendría que tirar de la cuerda para que entre todos le devolvieran.

Al acabar un Otoño especialmente lluvioso el chico entró a la cueva. Y durante uno de los inviernos más frios, largos y oscuros que se recuerdan el grupo de amigos vigiló la cuerda.

No todos aguantaron todo el Invierno. Hubo quién pronto se cansó, quien recordó que aquel chico no le caía tan bien como para pasar tanto frio, quien tuvo sus propios problemas, quien perdió a gente querida y quien, simplemente, tuvo mejores cosas que hacer. Pero su mejor amigo no desfalleció.

Finalizaba ya el invierno y, junto al frío, las últimas esperanzas de aquel grupo de amigos comenzaban a desaparecer. Justo entonces la cuerda se movió. Era la señal.

Los amigos tiraron durante horas. Aunque hubieran jurado que la cuerda no era tan larga ahora parecía no tener fin. Y por fin, arrastrado, casi desfallecido, su amigo volvió.

Durante lo que pareció una eternidad el chico permaneció en el suelo, con la cara tapada por las manos. No conseguían que reaccionase ante ningún estímulo. Y sin dar ninguna explicación se levantó y se fue a casa tambaleante, ignorando la llamada de sus amigos que alternaban las miradas entre él y la gruta.

Pasaron días hasta que pudieron hablar con él y cuando lograron interrogarle sobre qué había visto en las grutas el chico comenzó a emitir unos sonidos incomprensibles para ellos. A ratos parecían gemidos, a ratos carcajadas, a ratos era como música. Y nunca parecían relacionarse con su estado de ánimo.

Durante horas, sin interrupción, les contó todo lo que había visto. Se emocionaba, lloraba, reía, dibujaba garabatos ininteligibles, saltaba, les agarraba. Ponía toda su alma en la narración, pero lo hacía en un idioma totalmente incomprensible para ellos.

Poco a poco los amigos se fueron excusando. No entendían nada de lo que les decía. A algunos una gran pena les llegó hasta el corazón. A otros les pareció que aquello no podía ser tan interesante. A otros nunca les había importado.

Ninguno pudo resistirlo y todos se fueron hasta que su mejor amigo se quedó a solas con él y llorando le imploró que parase. Cuando el chico retomó su explicación su amigo le gritó entre lágrimas "No logro entender lo que dices."

En ese momento el chico interrumpió sus palabras con la boca entreabierta y un gesto de extrañeza y pidió perdón, en su única frase entendible desde que saliera de las grutas. Entonces un chasquido interrumpió las lágrimas de su amigo y las sustituyó por un grito de terror. El amigo contempló aterrado como los labios de su amigo se convertían en piedra, dejando para siempre aquella mueca de ligera sorpresa.

El chico, como si nada hubiera notado, se levantó de la mesa en la que estaban y se marchó. Durante días nada más se supo de él.

3 comentarios:

Abe dijo...

¿Continuará?

El Aprendiz dijo...

En un principio ni me había planteado que este fuera el final, pero cuando lo pasé al blog me pareció que era un final guapo.

No obstante el resto ya está escrito y era, realmente, el objetivo que tenía al empezar a escribirlo, así que lo publicaré estos días.

Si a alguien no le gustan las siguientes partes que se lea solo esta :P

Anónimo dijo...

Me gusta mucho! Un poco lúgubre, pero me da que pensar... Quiero mas historias de Spectro

MacCrosky