sábado, julio 10, 2004

Proyecto 7 0.1

¿Nunca te has despertado con esa extraña sensación? Sientes que llevas mucho tiempo despierto, pero sabes perfectamente que has dormido durante horas y horas… A mi me pasa a menudo, cada vez más. No logro explicarme porque, quizás sea porque en realidad estás deseando hacer algo o quizás se deba a un sentido de la responsabilidad que posiblemente no tenga.
Pero hoy es diferente... Aún ahora, que tengo la total certeza de estar despierto, mientras pienso, siento que estoy despierto, pero dormido. Siento que toda la vida es un sueño, del que despertaré sabiendo que yo estaba ahí, viendo como el tiempo pasaba…
¿Y por qué? ¿Por qué hoy me siento tan extraño? ¿Tan hueco? Una sensación que normalmente pasa casi desapercibida hoy me tiene perforado, inmovilizado contra mi eterna cama.

Abro un ojo y luego el otro. Los párpados pesan y no se quieren abrir. Mi primera vista, es mi pequeño rinconcito, hecho para que al levantarme pueda recrear mi vista con las joyas que adornan mi vida.
Un recuerdo de un viaje casi olvidado, una foto de un amigo, una foto de mi infancia y libros. Mis adorados libros, pocos y nunca suficientes…
Desde la cama logro ver Los Tres Mosqueteros (junto a sus compañeros 20 Años Después y El Vizconde de Bragelonne) y Alejandro Dumas me saluda mientras se bate en duelo con su caballero D’artagnan. Se ve a Hawking, desde su Cáscara de Nuez, contándome la Historia del Tiempo, a Tolkien caminando junto a Mithrandir, a Eco desde una lejana abadía, a Sagan que combate a El Mundo y sus Demonios y a Platón, en una esquina, hablando a quien quiera escuchar sobre su República bajo la atenta mirada de George Orwell, Ray Bradbury y Aldous Huxley que le vigilan desde Un Mundo Feliz, en 1984, a 451 Fahrenheit...

Como todas las mañanas, me reconforta verles y saber que alguna vez les he escuchado, aunque no a todos les haya dedicado tiempo. Pero hoy esa felicidad se ve empañada… una herida duele, y sangra, en la cabeza. No recuerdo que ha pasado esta noche, pero una herida en mi cabeza no deja de sangrar recordándome que algo ha cambiado…
Me levanto, aunque en realidad me incorporo. Me quedo sentado en la cama, mirando al frente y tocando la herida, con un dedo, hasta que duele, pensando qué es, tratando de recordar y de despertar.

“Pronto entenderás lo que hay que entender.” Dice una voz. Por alguna razón me pone nervioso girarme… no puedo dejar de pensar que la herida me la ha causado esa voz y que si la miro me volverá a herir. Mis piernas desean correr, como nunca antes, levantarme de un salto, saltar por encima del escritorio y dejar atrás esa voz que me habla desde algún sitio de la habitación.
“Deseas correr… Adelante. Ya lo has hecho las otras veces. Corre y no me volverás a ver, hasta la próxima vez…”

La voz provenía de detrás de mi asiento de cuero. El lugar donde me aislaba de mi entorno, donde mis fantasías cobraban vida, donde la lectura se apoderaba de mí, donde el ordenador orientaba mi poca creatividad mientras asfixiaba el resto.
Hay una teoría física que dice que el Universo es infinito y que, por lo tanto, todo punto es el centro del universo, en tanto que el centro es una ilusión. Pues bien, esa voz estaba sentada en el centro de mi Universo, en el lugar del Big Bang, en mi templo sagrado, mancillándolo con su sola presencia.
Las ganas de correr se transformaron. Tenía que defenderme. Entonces me di cuenta de la claridad. Mire hacia atrás, pero la persiana estaba bajada (supongo que mi madre la habría bajado, yo no recordaba haberlo hecho). Miré hacia arriba, pero la lámpara estaba apagada. Sin embargo había una claridad en toda la habitación, que salía de todas y de ninguna parte.
Por un momento pensé que tenía la ceguera blanca de Saramago había hecho presa de mi, pero yo seguía viendo…
Mientras pensaba las ganas de huir desaparecieron por completo. Mi malsana curiosidad me incitaba a levantarme y darle la vuelta a ese sillón de cuero, pero en lugar de eso solo pude susurrar “¿Quien eres?”.
Por respuesta solo obtuve un silbido. Un simple silbido que parecía imitar algún tipo de melodía. Justo cuando la reconocí es cuando el sillón se dio la vuelta, “That’s me in the corner”, mientras yo cantaba mentalmente la canción… “That’s me in the spotlight”. Y la voz me respondió cuando yo me quedé en blanco. “Losing my Religion”.

Los ojos se me llenaron de lágrimas. Mi primera reacción fue la locura. Simplemente pensé que había llegado ese momento presagiado por mucha gente en que yo abandonaba el reino de la cordura, del que estaba algo alejado, para entrar en el mundo de las paranoias.
Pero me sobrepuse, si algo hacía era asumir las consecuencias de mis actos. Si estaba loco, lucharía para volver a la cordura. Levante los ojos para mirar a los ojos del enemigo. Allí, enfrente de mí, sonriendo plácidamente sentado en mi sillón estaba.. yo mismo.

Mi cabeza latía, sin duda porque la sangre se agolpaba en mi cerebro para poder comprender mejor la situación, aunque prefiero decir que era la rabia la que me hacía sentir como mis venas golpeaban mi cráneo.
Me descubrí tocándome la palma de la mano, pero no comprobaba si estaba despierto. Me sorprendió ver que no me estaba asegurando de que aquello fuera una ilusión, sino de que yo mismo no fuera una ilusión fruto de la mente del que estaba tranquilamente sentado en el sillón. Me estaba preguntando si una ilusión tendría consciencia de que es tal, cuando la voz me interrumpió: “¿Tratando de huir? Algún día me tendrás que escuchar...”
Un chorro de voz, que luego identifique como mío, respondió. “¿Acaso me ves correr?” “No siempre se corre físicamente… Tu bien sabes que la mente se puede evadir fácilmente, escapar. Ni las mas gruesas paredes la pueden retener más de lo que ella misma quiera.” Mientras decía esto se puso en pie y comenzó a caminar por la habitación. Jugaba con algo en las manos, pero lo hacía de un modo distraído, casi inconscientemente.
“Sin embargo, es la primera vez que accedes a hablarme... al menos que yo recuerde. En las demás ocasiones siempre huías.”
“¿Demás ocasiones? Pero... ¿Quién eres?”
“¡Oh! Lo lamento… tiendo a olvidarme de tu ‘amnesia’.”
– dijo esta palabra con cierto tono despectivo, o quizás triste, lo que me intranquilizó, aún más – “Posiblemente no lo recuerdes, aunque yo pienso que prefieres no hacerlo, pero ¿cuál es la diferencia?”

Se quedó quieto en medio de la habitación, en un silencio incómodo. Aproveché para buscar a mí alrededor algún otro signo de que aquello no fuera más que una pesadilla psicodélica. No hubo suerte. Seguí sentado.
Él sonrió para sí mismo y me miró. Parecía despertar de un sueño y continuó caminando.

“Disculpa. Tengo la fea manía de seguir todos los razonamientos interesantes con que me encuentro hasta el final...” – Seguía jugando con algo en las manos. No podía ver que era, aunque un reflejo plateado me llegó a la retina. – “Te estaba diciendo quién era... yo. Supongo que no te he de culpar por no saberlo, así que te repetiré lo que siempre te digo. Soy tu, eres yo, somos Él.”

2 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
El Aprendiz dijo...

Esto es lo que tengo escrito de un relato cuyaidea surgio el dia 30 de Diciembre, sino me equivoco, del 2003.

No me gusta como está porque podría ser mucho mejor, pero quizás algún dia lo mejore o continue.